miércoles, 30 de abril de 2008

Historia del Bullying


“Libre, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies”. Éstas fueron algunas de las últimas palabras que dejó escritas Jokin Zeberio, de 14 años, antes de suicidarse tirándose al vacío con su bicicleta, desde lo alto de la muralla de Hondarribia.


Jokin venía sufriendo el acoso de sus compañeros de clase y de instituto desde hacía años. Amenazas, humillaciones, insultos. Golpes como para dejar rastro en la autopsia que le realizaron después de su muerte, que demostró que había sido víctima de una paliza días antes de acabar con todo. Jokin estudiaba 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en el centro Talaia.


Un día, enfermo del estómago, se había hecho sus necesidades encima. Desde entonces lo vejaban, le rompieron dientes a bofetones, empapelaron su aula con papel higiénico… Parte del profesorado y del alumnado de su instituto conocía los malos tratos que sufría. De hecho, algunos de los chicos expulsados del centro como sospechosos de estar implicados en su muerte son hijos de profesores.


Su caso, lamentablemente a posteriori y de modo irreversible, ha hecho sonar la alarma social, política y educativa y ha desatado un debate en el que no deja de sorprender que situaciones similares a la suya hayan empezado a aflorar de repente, como por arte de magia, mientras que los estudios sobre violencia e intimidación en el ámbito escolar no son ni recientes ni escasos.


La violencia física o psíquica entre estudiantes comenzó a investigarse en los EEUU, Gran Bretaña y los países nórdicos a principios de los setenta. Allí recibió el nombre de bullying.


Dan Olweus y Peter Heinemann fueron dos de los primeros especialistas en el tema. Olweus aportó una completa definición de este tipo de violencia: “Un alumno se convierte en víctima cuando está expuesto de forma repetida y durante un tiempo a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos. La victimización entre iguales es una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza el alumno o alumna contra otro al que elige como víctima de ataques repetidos. Esta acción negativa e intencionada sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus medios”. Intencionalidad del agresor, reiteración de la violencia e indefensión de la víctima son, por tanto, características sine qua non para incluir un hecho en la categoría de bullying.


En España, las primeras investigaciones se llevaron a cabo tiempo después y reflejaron una complejidad añadida: “En primer lugar porque para saber de qué hablamos cuándo hablamos de bullying tendríamos que contar con un término en español que fuese la traducción exacta de la palabra anglosajona. Y dicho término no existe. Y en segundo lugar porque tampoco hay unanimidad en nuestro país a la hora de definir este fenómeno, a la hora de fijar su significado”, explica Ricardo Lucena, licenciado en Ciencias de la Educación y autor de una tesis sobre las variables que influyen en el bullying. “Esa ‘falta de término’ provoca que, en no pocas ocasiones, sea imposible reconocer determinados comportamientos como acoso escolar”.
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